Andréi Antónovich Górenko,  padre de Anna Andreevna Gorenko, se percató que su hija, ya de muy joven, tenía inclinaciones hacia la poesía, y decidió que no quería que hubiera ningún poema firmado con su respetable apellido, por lo que ella decidió adoptar el de su bisabuela materna y firmó toda su obra como Anna Akhmatova.

Nacida en Odessa, Uncraïna, en 1889, cursó estudios de derecho, historia y literatura y fundó, junto con otros poetas, el movimiento poético ruso llamado Acmeísmo, que básicamente consistía en huir del simbolismo y optar por la claridad y la realidad inmediata. Si bien es cierto que esta corriente duró unos pocos años, los poetas que la seguían mantuvieron las principales características en sus obra.

Los poemas de Anna, a pesar de tratar temas diversos, se ven bastante marcados por la situación política de su país y las experiencias y vivencias que tuvo que sufrir como consecuencia de ésta. Sus poemas publicados a continuación de la revolución de 1917, por ejemplo adoptan un toque patriótico y cívico. Posteriormente, seguirá manteniendo un toque político, sobretodo durante el régimen Stalinista, que Anna sufrió en sus propias carnes y en las de su familia: su primer marido acusado de traición, fue fusilado y tanto ella como su hijo fueron acusados de traición y deportados, y En 1924 sus obras fueron añadidas a la lista de libros prohibidos.

Anna Akhmatova

Anna vive unos años que inevitablemente marcarán su vida y su obra, hasta que finalmente logra regresar a Leningrado en el año 1944, pero la anhelada calma todavía tardaría en llegar, puesto que fue declarada reaccionaria apolítica junto con el escritor Mikhaïl Zósxenko , y expulsada de la Unión de Escritores Soviéticos, llegando a quitarles la tarjeta de racionamiento, en los años siguientes al fin de la Segunda Guerra Mundial.

Con la caída de Stalin, sin embargo, poco a poco Anna fue recuperando la vida; fueron publicadas de nuevo sus obras y algunas de las traducciones que había ido haciendo para sobrevivir durante el largo período de la posguerra, recibiendo incluso, con los años, merecidos reconocimientos.

De entre toda su obra, cabe destacar Réquiem, que es considerada como una obra maestra en honor al sufrimiento padecido por sus compatriotas.

Fallece en el año 1966, en un sanatorio en las afueras de Moscú. Actualmente, su apartamento de San Petersburgo se ha convertido en una casa-museu que se inauguró en el año 1989.

A continuación  os invitamos a leer algunos de sus poemas más representativos.

LA TIERRA NATAL
No la llevamos en oscuros amuletos,
ni escribimos arrebatados suspiros sobre ella,
no perturba nuestro amargo sueño,
ni nos parece el paraíso prometido.
En nuestra alma no la convertimos,
en objeto que se compra o que se vende.
Por ella, enfermos, indigentes, errantes
ni siquiera la recordamos.
 
Sí, para nosotros es tierra en los zapatos.
Sí, para nosotros es piedra entre los dientes.
Y molemos, arrancamos, aplastamos
esta tierra que con nada se mezcla.
Pero en ella yacemos y somos ella,
y por eso dichosos la llamamos nuestra.

SÓTANO DEL RECUERDO
Es pura tontería que vivo entristecida
Y que estoy por el recuerdo torturada.
No soy yo asidua invitada en su guarida 
Y allí me siento trastornada. 
Cuando con el farol al sótano desciendo, 
Me parece que de nuevo un sordo hundimiento 
Retumba en la estrecha escalera empinada. 
Humea el farol. Regresar no consigo 
Y sé que voy allí donde está el enemigo. 
Y pediré benevolencia… pero allí ahora 
Todo está oscuro y callado. ¡Mi fiesta se acabó! 
Hace treinta año se acompañaba a la señora,
Hace treinta que el pícaro de viejo murió… 
He llegado tarde. ¡Qué mala fortuna! 
Ya no puedo lucirme en parte alguna, 
Pero rozo de las paredes las pinturas 
Y me caliento en la chimenea. ¡Qué maravilla! 
A través del moho, la ceniza y la negrura 
Dos esmeraldas grises brillan 
Y el gato maúlla. ¡Vamos a casa, criatura! 

¿Pero dónde es mi casa y dónde mi cordura?

A LA MUERTE
Si has de venir ¿por qué no ahora?
Te espero. Me siento muy mal.
He apagado la luz y te he abierto la puerta
a ti, tan sencilla y asombrosa.
Toma para esto cualquier forma,
irrumpe como granada arrojada,
o furtivamente, con una pesa, como un bandido experto.
O envenéname con el tufo del tifus.
O con un cuento inventado por ti,
conocido por todos hasta la náusea,
Para que yo vea la punta del gorro azul 
y al portero, pálido de terror.
Todo me da igual ahora. Humea el Yenisei 
y resplandece la estrella polar,
y el último horror vela
el brillo añil de los ojos amados.

EL SAUCE
Crecí en medio de un silencio de arabescos, 
en la habitación infantil y fría del joven siglo. 
No me era grata la voz de los hombres, 
sólo entendía la del viento. 
Yo amaba la ortiga y la bardana, 
pero por encima de todo el sauce plateado. (v.6) 
Agradecido, él vivió siempre junto a mí, 
sus ramas sollozantes 
cubrían de sueños, mi insomnio. 
Y, extrañamente, le he sobrevivido. 
Afuera el tronco cercenado permanece 
mientras otros sauces con voces alienadas 
algo dicen bajo nuestro cielo. 
Y yo guardo silencio….como si hubiera muerto un hermano.

INTRODUCCIÓN RÉQUIEM (Fragmento)
Si te hubieran dicho a ti, la jovial,
la adorada de todos sus amigos,
la alegre pecadora de Zárskoe Seló,
lo que pasaría con tu vida! 
Que con el número trescientos y un presente,
harías la fila ante Las Cruces
y cómo con tus ardientes lágrimas
fundirías el hielo de año nuevo..
El álamo de la prisión se balancea
y nada se oye! Pero cuántas
vidas inocentes allí acaban…

EPÍLOGO RÉQUIEM (Fragmento)
Ahora sé cómo caen las personas,
cómo, debajo de los párpados, asoma el miedo,
cómo el sufrimiento pone en las mejillas
duras páginas de escritura cuneiforme.
Cómo los rizos negros o cenicientos
se tornan plateados de repente,
la sonrisa se desvanece en labios obedientes,
y en la risa marchita tiembla el pavor.
Y no ruego por mí sola,
sino por todos los que allí estuvieron conmigo,
en el frío glacial, y en el calor de julio
en los ciegos muros de color rojo.