“Mientras vivamos, mientras no llegue la catástrofe final, la poesía va a sobrevivir”
Ida Vitale es una escritora uruguaya quien conocemos por haber recibido el Premio de Literatura Miguel de Cervantes 2018,.
La poeta actualmente tiene 95 años de edad y es un referente para poetas de todas las generaciones.
Nacida en Montevideo, Uruguay, en 1923. Vitale es una de las grandes poetas latinoamericanas.
A sus 95 años sigue lúcida y con el cuerpo ágil y sano. Sus poemas nos muestran un lenguaje preciso, lleno de ironías y palabras sutiles.
Vitale califica el libro de Cervantes como el de su «vida», un «tratado de psicología» que le sirvió para «escoger a los amigos».
«Empecé a buscar a Quijotes y Sanchos: ahora me parece más fácil encontrar a Sanchos en vida que a Quijotes».
La poesía de Ida Vitale es inteligente, llena de humor.
“El humor es esencial para sobrevivir, y no me refiero a los chistes: a veces el humor se refleja simplemente en una actitud de tolerancia que debe empezar por uno mismo”.
La obra poética de Ida es un cuerpo coherente en la actual poesía latinoamericana gracias a una doble actitud crítica que pone bajo la lente de la sospecha al lenguaje y al mundo.
Para Ida la poesía tiene música y a veces es algo privado que terminará siendo universal, pero que nace de un proyecto personal.
‘‘Hay poetas a los que les interesa o les obsesiona un tema y se centran más en eso. Entendí que de repente hay distintas caras, facetas, rumbos y que si el poeta trabaja mucho y logra un libro muy unitario en el tiempo, es probable que ese libro tenga un único tema: la obsesión del momento que puede o no repetirse. Hay poesía que depende también de lo que uno observa. Los temas podrán ser diferentes, pero la voz es la misma”.
Leamos algunos poemas que he seleccionado de Ida, desde mi perspectiva y gusto personal.
Reunión
Érase un bosque de palabras,
una emboscada lluvia de palabras,
una vociferante o tácita
convención de palabras,
un musgo delicioso susurrante,
un estrépito tenue, un oral arcoíris
de posibles oh leves leves disidencias leves,
érase el pro y el contra,
el sí y el no,
multiplicados árboles
con voz en cada una de sus hojas.
Ya nunca más, diríase,
el silencio.
Para bajar a tierra
Se calza uno las botas de la lluvia,
los ojos de la lluvia
y el pesimismo del posible granizo,
acepta la encandilada taza de la mañana,
barrunta el barro,
el frío contra la piel caliza,
urde planes contrarios,
apostrofa y desmanda,
supone el ronroneo del poema
cobijado en la cama, como un gato.
Pero transige poco a poco,
baja, y entra al campo del radar de la muerte,
como todos los días,
natural, tautológicamente.
No llores vanamente tu fortuna
No llores vanamente tu fortuna*
Las escaleras turbias
suben a la esperanza del amor,
descienden a raudales de soledad,
miseria, a esa sombra
en la que viejo, te gustará sentarte,
graduándola:
entreabrir un postigo,
apagar o encender una vela,
otra vela,
para alumbrar la seda de una frente,
el cigarrillo consumido a medias,
epílogos, epílogos.
No entiendes
esas grandes cosas inmóviles, egipcias,
y prefieres vivir sobre un burdel,
cerca la iglesia, el hospital.
También tu voz bajó por escaleras,
llegó a la sombra, al cáncer,
durante el largo viaje tuyo a Ítaca,
a nosotros, al milagro sencillo:
eres
el derrotado, el triste, el solo
—no importa de qué tribu—
que trueca el duelo en canto. * Constantino Cavafis.
Libro
Aunque nadie te busque ya, te busco.
Una frase fugaz y cobro glorias
de ayer para los días taciturnos,
en lengua de imprevistas profusiones.
Lengua que usa de un viento peregrino
para volar sobre quietudes muertas.
Viene de imaginaria estación dulce;
va hacia un inexorable tiempo solo.
Don que se ofrece entre glosadas voces,
para tantos equívoco, se obstina
en hundirse, honda raíz de palma,
convicto de entenderse con los pocos.
Mi homenaje
Mi homenaje
al que plantó cada árbol
sin pensar, para siempre.
O acaso imaginando al desunido
que un día lo convoca,
lo celebra.
A lo que no obstante el mediodía,
se da en glorioso atardecer.
A todo lo que ocurre
sin ser más que eso: algo.
Al conductor del ómnibus,
cumplido, sonriente,
que levanta una tarde
con su simple saludo.
Al pájaro que pía.
A quien en su país desvencijado
ose decir su parecer riesgoso.
Al que en el valle
recuerda que hay montañas
y en una gota de agua,
olvidando la niebla,
tiembla ante la sequía
y el desierto ofrecido.
Al banco cuya húmeda madera
me acoge y me refresca,
mientras el tormentoso verano
no da tregua.
Al hueco que busca
colmarse pese al vértigo
y a la gaita que llama a soledades
desde un acantilado.
Al que se acuerda de mí.
Al que me olvida
Estos son los libros de Poesía de Ida Vitale
La luz de esta memoria (1949). Fieles (1976 y 1982). Jardín de sílice (1980). Procura de lo imposible, (1988). Jardines imaginarios (1996). La luz de esta memoria (1999). Mella y criba (2010). Sobrevida (2016). Mínimas de aguanieve (2016). Poesía reunida. 2017.
Estos son sus premios y reconocimientos.
Premio Octavio Paz (2009). Doctora honoris causa por la Universidad de la República (2010). Premio Alfonso Reyes (2014). Premio Reina Sofía (2015). Premio Internacional de Poesía Federico García Lorca (2016). Premio Max Jacob (2017). Premio FIL de la Literatura en Lenguas Romances (Feria del libro de Guadalajara, 2018). Premio Cervantes (2018).
“Libro a libro, Ida Vitale ha erigido un cosmos impar en el que el lenguaje se yergue, vivo, precisamente como un animal que nos estudiará a nosotros, los lectores”, declaró Trujillo poeta nicaraguense, y con eso nos quedamos.
La poesía es letra viva y por paradójico que parezca, han sido los poetas y sus poesías los que marcan el pulso de la humanidad.
Más sobre Ida Vitale en Poémame: 7 poemas de Ida Vitale, premio Cervantes 2018
No había tenido la oportunidad de leer sus obras y lo que más me gusta es que es de Uruguay, ¡Tierra de maravillosos poetas! Muchas gracias Miguel por tan interesante artículo, la leeré más profundamente.
¡Saludos!