A primera vista, el arte y, por ende, el proceso creativo, parece el absoluto protagonista de este nuevo libro de David González Lago, sin embargo, a medida que vamos adentrándonos en los textos que lo configuran, nos encontramos un trasfondo inmenso: desde un paseo por la historia del arte, un museo de pintores, la creación artística, el exterior y el interior del artista/autor que narra la historia, la soledad del artista, la incomprensión, la introspección, la visión general del mundo del arte, incluso a veces, su poca o nula comprensión, desde la explosión de la creación hasta la exposición.
El libro nos viene dividido en cinco partes que exponen escenas que el lector contempla a través de los textos o monólogos del artista autor; escenas que configuran el proceso creativo, con una alta dosis de reflexión interior, un punto crítico, la intensidad del arte frente al terror del artista. De hecho, el libro en sí es una muestra de ese proceso creativo, visceral, intenso, y da la sensación de que, al terminarlo, es palpable el agotamiento y el instante pequeño de agotamiento y, aunque suene paradójico, de vacío y plenitud, que el autor percibe después de haber plasmado todo lo que lleva dentro.
I
La primera parte toma como entorno el proceso creativo; un proceso visceral que supone un esfuerzo casi titánico por parte del artista/autor (técnica mixta: acrílico y sudor, óleo y sudor, desazón y sudor). A menudo, una batalla contra uno mismo.
Por un lado, nos llega la percepción de que el arte es intenso y libre, no debe tener barreras, no debe frenarse, igual que la pasión es intensa, debería ser libre o no tener barreras. Pues el arte es, antes que nada, pasión. Quizás en cierto modo, en esta idea radica una parte de la batalla contra uno mismo que supone hacer arte, uno no tiene el control absoluto de su creación, de la realidad, de lo que le rodea. Y es muy posible que en esta batalla, el artista/autor siempre salga herido: trabajar a pecho descubierto implica dar todo lo que uno tiene, su máxima esencia, sin artificios ni decoraciones innecesarias: de la naturaleza del ser, a la máxima pureza.
Unas veces me entrego con delirio y otras muestro la frialdad de un apático reptil, pero siempre al terminar me siento vivo y renacido. Digamos que es motivo suficiente para seguir amando el arte, aunque me mate.
Llama la atención la referencia al tiempo de Planck: lo vital, que dura menos que un tiempo de Planck; la importancia del instante pequeño en que la inspiración, que es lo vital en el arte, brilla y nos deslumbra. Ahí es donde se produce el milagro, y uno ha de ser capaz de detectar ese mínimo instante en que todo florece, y captarlo, y hacerlo suyo para después plasmarlo.
De esta primera parte, me gusta la idea de la batalla interior que supone enfrentarse al arte, que a veces uno puede llegar a ser esclavo de una pasión y, aunque hiera, es imposible huir de ella. Extraigo esta idea de la fuerza del artista/autor, el ser capaz de enfrentarse a un lienzo/página en blanco, sabiendo que probablemente, ese proceso va a doler.
El artista/autor, su proceso de creación con su interior reflexivo, junto con el propio arte, aparecen como protagonistas de esta primera parte; la realidad se filtra por sus ojos y sale de sus manos, dando como resultado el artefacto que debe mover y conmover al espectador/lector.
II
En esta segunda parte, nos encontramos con diferentes ‘fases’ que configuran el arte y el proceso creativo: el trabajo, la crisis creativa… el proceso de creación.
El autor relaciona el proceso creativo con la propia vida, como si en él crear arte fuera algo inherente a su vida, yo nací artista, y no puede librarse:
Mano en la que siempre veré, aun lavándola a conciencia, ese mapa emborronado y colorido inherente al proceso de vivir.
Así como los colores y los lienzos toman protagonismo en esta segunda parte, cabe destacar también la inspiración, que aparece como una explosión, que llega y es imposible salir bien librado de ella. Relacionado con el pequeño instante que aparece en la primera parte (lo vital, que dura menos que un tiempo de Planck): el pequeño instante en que el artista/autor tiene la oportunidad de agarrar los restos de metralla que quedan suspendidos en el aire después de la explosión inspiradora.
Me gusta especialmente el asomo de críticas a las etiquetas: partiendo de la base que el arte es algo libre y abstracto, las etiquetas limitan y acotan la creación:
No producen alimento ni riqueza porque carecen de imaginación. Porque no tienen alma. Porque no odian a muerte cualquier tipo de etiqueta.
Del mismo modo, nos aparece la importancia de la pasión en el juego del arte, algo que ya se deja ver en la primera parte:
Quizá la posteridad no diga de mí que fui un genio, pero nadie pondrá en duda mi pasión.
El arte va más allá de lo que tenemos ante nuestros ojos: se ha de ser capaz de dejar caer la venda, abrir el alma y sentir por dentro aquello sublime que destila el arte.
III
Avanzamos en todo el proceso artístico y llegamos a la fase en que se dan las exposiciones, el éxito, el fracaso, las preguntas…
Si el arte va dentro del artista/autor, lo que hace es perfeccionarlo, pero cabe tener en cuenta que el arte es algo abstracto que va mucho más allá del lienzo y, como nos recuerda el autor con la cita de da Vinci, el arte está siempre inacabado. En Horizonte a perseguir se ve muy claro que el artista puede sentir que su arte es el camino hacia ese horizonte, para jamás alcanzarlo y, quizás, ahí está lo sublime del arte, siempre avanzando, jamás llegando a una conclusión y dándose por terminado.
Hay una vez más cierta crítica hacia el mundo del arte como negocio: pintar los sueños de otro resta libertad a la creación, y al arte ha de ser libre. Las subastas tienen también su dosis de crítica, puesto que en estos eventos se pone una medida al arte, y el arte es invalorable; el arte es algo subjetivo cuyo valor es imposible de medir. No es viable medir la inspiración, las cosas abstractas. El arte debe estar por encima de todo eso.
IV
En esta parte, casi final del libro, llega el turno de las Ferias de Arte: el mercadeo del arte, de los artistas y de las obras como meros productos.
Es muy interesante el punto irónico que David pone en algunos textos de esta cuarta parte, los monólogos interiores del comprador de una galería, del soñador… que enlaza con la idea del valor que se le da al arte: justamente los que adquieren ese arte en cierto modo son los que menos capaces son de darle al arte la verdadera importancia y el verdadero valor (intangible) que tiene).
V
Un futuro epitafio: la búsqueda a través del arte no tiene final, pero por el camino se pueden llegar a encontrar algunas cosas…
Terminado el libro, una se da cuenta del paralelismo de las artes plásticas con la literatura:
El artista siempre crea usando sus órganos vitales.
En estas distintas disciplinas, el artista/autor toma la forma, como David nos indica al principio del poemario, de una alambique mediante el cual la realidad se transforma, pasando por sus ojos y su filtro, y deja la visión interior de aquello exterior reflejado en las obras.
Es un libro tremendamente interesante de leer, donde análisis, crítica, exposición, trabajo y pasión se ven plasmados, conjurando en un mismo proceso creativo la pintura, las artes plásticas, y la literatura, puesto que el proceso de hacer arte es el mismo.
Artefactum es el quinto libro de David González Lago, y su lectura es altamente recomendable para cualquier persona, y casi obligatoria para cualquier artista.
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