Juan Martins Poeta y dramaturgo. Escritor. Magíster en Literatura Latinoamericana (UPEL). Crítico Teatral con trayectoria internacional. Director de la revista de Crítica Literaria y Teoría Teatral «Teatralidad». Editor. Destacado con varios premios. Como investigador es coautor del libro «Análisis de la dramaturgia venezolana actual» (2017). España, Ediciones Antígona, S.L., bajo la dirección de José Luis García Barrientos y coordinado por Leonardo Azparren Giménez. Galardonado con el «Premio III Bienal de Literatura de Poesía Abraham Salloum Bitar (2018)» por «Soy una herida que se deja atenuar», editado por bid & co. editor (2019). Habría que destacar su publicación «Gonçalo M. Tavares: el secreto de su alfabeto» (2019).  Ha publicado una serie de libros de ensayo en Venezuela.

Dejar el tiempo encima del cuerpo.

Éste, no abandona el temor porque permanezcas en él.

Juan, sueña el labio mudo

que no verá nacer.

Tus rudas manos confundieron

los gentiles que no comerían piedras de agua,

sino que el agua es el despertar

de una luz torpe por lo que ven.

No entienden que mañana esa luz cegará a los hebreos

y a los romanos de sus nombres

que nadie recuerda,

su bautismo de arena en la tierra de sus manos.

Anunció al Hombre.

Tú que le vistes en el candor de tus labios,

de tus palabras que ensordecen al necio.

Tú que te negaste al placer del día.

Tú que escribías por lo que es dado.

Tú que eres otro hombre, aquél que no soy.

Tú que no temías a los labios de Salomé.

Tú que blandiste sus senos en la nada.

Tú que rechazaste los olores de su voluptuoso cuerpo

y que el tiempo no encimó en el olvido.

Tú, dame el sentido de tus versículos

desde el ramal del ave. Y quítame por un sueño

mi pecado. Báñame de tu voz áspera y húmeda

sobre otro bautismo para mi sequedad.

Enséñame a huir del incestuoso amor en la ciudad eterna.

Porque el amante oscurecerá con la luna,

guardado en el pálpito de su mujer que huye de los días.

La soledad queda

cuando la humedad no ha sido acosada

por la palabra,

el pecado se hace en mí

como este pedestal.

Siempre se ha hundido el barrial

por fundar los colores del cielo, donde todo

aún era mar y oscuridad, denso movimiento del mar

sin el voluptuoso clamor del viento.

Claro, el desasosiego no había nacido de los hijos

del fenicio. Quien no soy de aquella cabalista suerte

de una mujer que me espera. Nadie será tu huésped

ni amoroso ni odiado por el temor a Dios.

De  SOY UNA HERIDA QUE SE DEJA ATENUAR

Premio III Bienal Abraham Salloum Bitar

bid & co. editor

PAUL GAUGUIN en un presagio suave y dulce
como el ojo de tu madre.
Y tú con la piedra de su escándalo,
en una soledad de los espejos benévolos
de la cura emocional. Ni Copenhague ni París
están en la silueta de un velado viaje a la
soledad de la miseria de tu pincel sordo y crudo
en un mundo arcaico y secreto de Teha’amana,
del espíritu que piensa en las formas cenias
de tus acuarelas, ritmos, rostros de signos
curvos por el final de tus fuerzas.
O voluptuosos al límite también de una sabiduría
y de un Taití rumiante de aquel escándalo.
Se burlan de ti porque sus dioses no están
en el corazón gris de Europa, cuyos
desnudos en nada se parecen al catálogo
de la muerte como celebración.
Y el dejo de las Islas Marquesas,
donde tu talento no es
ahogado por los negruzcos lienzos del pasado.
Aquel presagio de la Polinesia, en cambio,
devuelve la historia de los colores.
Y tú, como dices, serás algo grande en las manos
de los otros.
Y tú, no eres Van Gogh del cielo amarillo,
donde los espíritus de los muertos no velan a nadie.
O cantas las resonancias de las formas y del sexo
como lenguaje de los sueños y la naturaleza
eterna que los ojos mudos no ven:
Y tú, no ofendiste a Dios, sino que le sonreíste.
En mil ochocientos cuarenta y nueve naciste, eso sí,
en mi corazón: esa cabaña, el país que quiero.
Y tú, Paul Gauguin, vives.

De SUELE VESTIR DE SOMBRA
COLECCIÓN VOZ AISLADA
El Taller Blanco Ediciones. Cali, Colombia.


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