Parabellum, expresión latina que nos indica que hay que prepararse para la guerra. O bien Parabellum, tipo de munición, calibre 9mm, usada especialmente durante la Primera y la Segunda Guerra Mundial.

Sea como sea, se nos abre una puerta que ya nos pone alerta: esto es una guerra, gente, y está siempre en su máximo apogeo, pero ojo, admitimos que la vida es sinónimo de lucha, pero también hay paz, también hay flores. Y en este libro, vamos a encontrarlas entre toda la crudeza de una realidad expuesta en todo su esplendor, sin filtros, con su mala suerte, con sus cicatrices, con sus sueños, con su dolor… y con su fuerza. Sobretodo, con su fuerza.

[…]

Alguien que nació limpio, y a quien

con los años se le fueron adhiriendo

a cada centímetro de piel

capas y más capas de tragedias, nicotina

y combates a muerte…

Fragmento de Miradas.

Parabellum en flor es un poemario escrito como el que libra una batalla consigo mismo y todos sus demonios internos. La fuerza, la derrota, la lucha, la caída, la remontada, se dan cita entre estos versos, aderezados con una buena dosis de sinceridad, de pasión y de sensibilidad.

En la introducción, escrita por el propio autor, se nos indica que la heroína, lo mismo que el opio y la morfina, provienen de la planta de la amapola. No he podido evitar, después de haber leído y releído el poemario, ver que, tras la apariencia suave de una flor, se encuentra a veces esa bala que puede llegar a ser mortal. Ver que la hay una gran fuerza que se esconde a veces tras una aparente fragilidad. Y todo esto me dirige a la portada, y la concibo casi como un buen resumen: armas, flores, corazón – lucha, paz, sentimiento.

Con esta idea en la mente, abrimos…

ÉRASE UNA VEZ

Érase una vez un yonki:

muy gastado, trallado,

terminal,

que dijo

<<La heroína cuando la tienes

es como el abrazo de una madre.

Cuando no la tienes,

es como el puñetazo de un padre.>>

Abrázame, madre,

aunque tus manos hoy

abracen como las de padre.

Verso libre y desnudo que nos deja en bandeja la crudeza de la que hará gala en general el poemario. Tenemos la sinceridad, la vulnerabilidad y la fragilidad del ser humano en un breve ‘cuento’. Y a su vez, contamos con la cercanía, la complicidad de alguien que te cuenta algo, que a lo largo del libro explicará cosas que ha vivido, cosas que ha padecido, cosas que ha ganado, cosas que espera. Ese lenguaje coloquial, como ‘de la calle’, para mí, le da ese punto especial de cercanía y confianza entre autor y lector.

De hecho, el libro es como andar el camino tortuoso de la vida, que poco a poco el autor ha logrado ir allanando a base de esfuerzo, caídas, recaídas y no rendirse jamás. Los poemas aparecen, en su mayoría, introducidos por una cita, versos o fragmentos de alguna cación, a mdida de pequeña introducción. A menudo ocurre que el poema también aparece cerrado por una cita a modo de cierre. Personajes como Mijaíl Bulgákov, Leonard Cohen, José Ángel Buesa o Sofía Castañón aparece abriendo o cerrando poemas, redondeando el sentido del verso.

Hay dos elementos que, a medida que voy adentrándome en sus poemas, se me van convirtiendo en más esenciales: la sinceridad y cierta sensación de desencanto. Pidal Montes nos habla sin tapujos de vivencias, algunas realmente dolorosas, como la pérdida de seres queridos, de las consecuencias que estas vivencias han tenido, de las ganas de calma, de la dificultad de algunas de las batallas libradas, y todo ello con una nobleza admirable. Por otro lado, el desencanto, quizás porque ha conocido uno de los lados mas oscuros de la vida, quizás porque no supo llorar cuando necesitaba hacerlo, quizás porque en algún momento de su vida alguien, o algo, se llevó sus sueños:

[…]
Dicen que el hombre del saco
no existe. Pues sí,
lleva el saco lleno de sueños.
Te arrebata las ilusiones
por pequeñas que sean
– incluso antes de que aprendas a soñar. –
También dicen que los ángeles no existen:
Yo doy fe que sí
– todas las noches duermo con uno. –

Fragmento de Si existen.

A su vez, quiero destacar, como contraposición a ese desencanto, el deje de esperanza que asoma en algunos de sus poemas. Es verdad, hay que prepararse para la guerra si queremos la paz, hay que aprender a esquivar las balas que vuelan sin aviso (algunas incluso a veces disparadas por nosotros mismos), pero tarde o temprano uno se da cuenta que lo importante es ser capaz de seguir el camino, de no rendirse, aunque sea arrastrando las botas por el barro, pero seguir caminando.

Hay rayos de sol que
ni todos los inviernos del mundo
lograrían nunca apagar.

J. I. Pidal Montes

Parabellum en flor es, sin duda alguna, un libro que emociona. Creo que es muy necesario profundizar en todos y cada uno de sus poemas para lograr sentir en la propia piel esa sensibilidad, esa ternura, que en parte son algunas de las emociones que sujetan los poemas. La parte más emocional del individuo se nos muestra tras versos que son auténticas declaraciones. Y ya no me refiero sólo al amor, que también,

[…]
Luego, ya a salvo del peligro,
hasta me sentí inmune a las balas:
Aunque seguí sintiéndome vulnerable ante cualquier beso
depositado con dulzura en mis sedientos labios.

Fragmento de Lázaro.

Son recurrentes en el poemario emociones tan intensas como la nostalgia, los recuerdos, la tristeza y la pérdida. Esa fotografía es uno de los poema más sinceros, más duros y más bellos del libro, en el que se conjugan todos estos elementos con tal perfección y a su vez, con tal cercanía, que es imposible no sentir cierta empatía:

Me emociona recordar que
en aquellos años de niñez
éramos felices cabalgando
en nuestras bicicletas <<BH>>.
[…]
Recuerdo a nuestro amigo Eduardo
aún vivo, con aquella facilidad
de palabra con la que embelesaba
a todas las niñas de vestidos
de flores y pechos incipientes.
[…]
Pero ahora a mis cuarenta
me acuerdo casi a diario
del bueno de Eduardo.
Y me jode al mismo tiempo
que me rompe por dentro,
el recordar esos últimos días…

Las imágenes juegan un importante papel en los poemas de Pidal Montes. A menudo nos encontramos fragmentos que dibujan en la mente del lector, paisajes, instantes, lugares, de una manera tan concreta y gráfica, que se hacen reales frente a nuestros ojos. La oscuridad desde la que a veces escribe es casi palpable, en parte, por un excelente uso del vocabulario, palabras que crean un ambiente, que visten el poema; observamos, por ejemplo, en su poema Ya estaré, un remarcado contraste entre el exterior, aquello que en cierto modo le es ajeno, y el interior, el lugar donde él se encuentra:

…Si alguna vez pasas ante mi puerta
─ esa con el perpetuo cartel de Se vende ─
mira hacia ella y levanta
tu nívea mano para saludarme.
 
Yo estaré tras las remendadas cortinas
como siempre, borracho de ruina.
Yo estaré tras los rotos cristales
como siempre, embriagado de dolor.

Me llama la atención la palabra nívea, que parece iluminar todo el exterior y, en cambio, en el siguiente párrafo, donde se encuentra él, se hace oscuro, ruinoso, desolado. Y desde ahí, desde esa parte quizás más oscura y herida, es desde donde suelen brotar los más preciosos y sinceros versos, como los que configuran este libro.

Parabellum en flor es el tercer poemario del asturiano J.I. Pidal Montes (1970, el Fadiellu, Bimenes). Un libro intenso y emocional, escrito con el corazón y las venas abiertos, que enseña, golpea y abraza como la vida misma. Considero que es un libro que hay que leer, y releer, para poder llegar a su fondo y descubrir toda la emoción y belleza que esconde, para sujetarnos cuando creemos que estamos a punto de caer, y aprender que nunca es tarde para volver a alzarse.