Cuando una se halla ante este libro, no sabe muy bien qué se encontrará; poemas, relatos, cuentos. Y efectivamente, en este libro hay relatos, hay poemas… e historias. La idea que queda por encima de todo el libro, es que es un libro hecho de historias donde encontramos personajes más bien miserables, fracasados, algún triunfador asoma la cabeza, pero con un trasfondo translúcido y sospechoso.

De hecho, lo primero que encontramos al abrir el libro es una cita de Moby Dick, de Hermann Melville: “Y si bien en muchos de sus aspectos este mundo visible parece hecho en el amor, las esferas invisibles fueron creadas en el terror.” Esta frase ya nos deja cierta inquietud y, a su vez, cierta tristeza. Así, nos adentramos en el libro con las emociones despiertas y los sentimientos atentos.

Lo primero que llama la atención de este libro, una vez terminada su lectura, es la cantidad de referencias al mundo del cine y de la música. No en vano David es guionista de la Escuela de Cine Gonzalo Mejía, en Colombia, y un gran melómano. Personas como Leonard Cohen, Nick Drake, Bob Dylan, Nacho Vegas, Nick Cave, Davi Bowie, Nacho García, Joaquín Sabina, Jeanette, Christina Rosenvinge, Amy Winehouse, Jackson C. Frank y su Marlene o Gene Kelly, Jack Kevorkian, Jean Pierre Jeunet, películas como El Llanero Solitario, o El planeta de los Simios… todos se encuentran en algún momento del libro, ya sea a a través de sus canciones, sus discos, imágenes, frases… De hecho, muchos de estos personajes se dan cita en el relato Un Sueño. Donde muchos de ellos aparecen, desde el mismo Dios con un grupo de Jazz, hasta Sinatra o Cohen con su Lorca y su Suzanne.

Aparte de estas referencias directas, encontramos guiños sutiles a autores y músicos: encontramos un claro recuerdo de los poemas de Raymond Carver en el poema titulado Miedo:

Miedo al consumismo.

Miedo a la revolución.

Miedo al odio disfrazado de empoderamiento.

Miedo a perder los sentidos.

La vista:

Cuando se contempla una injusticia.

El oído:

Negándose a oír una petición de ayuda ante un abuso.

La voz:

Si se deja morir en el silencio la verdad.

Miedo a perder el miedo.

David Jiménez

Este podría ser quizás uno de los relatos más críticos de todo el libro, con una profundidad arrolladora que invita al lector a reflexionar casi de manera inconsciente; un poema de esos que quedan clavados por dentro, y van mordiendo poquito a poquito el corazón y la conciencia. Si perdemos el miedo, perdemos la consciencia, la realidad. Dejamos de ser sensibles a lo que nos aterra para pasar a ser indiferentes y, por ende, no darnos cuenta de lo que se debe cambiar.

A lo largo de todo el libro, encontramos una mezcolanza de emociones intensas, desde el amor y la ternura,

Y te quiero con una magnitud tan profunda

como la del abismo del que me ayudaste a salir.

-Fragmento de Marcela

hasta el asco más profundo:

Pienso en todo lo que escuché o vi durante el día y me invade un asco parecido al del hombre que limpiaba el vómito.

Un alivio que el sueño venció al asco.»

-Fragmento de Criaturas despreciables.

Algo que llama la atención es que me ha parecido intuir un trasfondo crítico con la humanidad, con la manera de vivir. En el relato Sala X, por ejemplo, al autor nos viene a mostrar que los humanos, muy a menudo, no ponemos interés en las cosas que no nos afectan a nuestra vida o a nuestra persona de manera directa. Aunque sangre, no nos afecta. Simplemente lo tiramos, o miramos hacia otro lado, y seguimos con nuestra vida como si nada hubiera pasado.

En general, son poemas y relatos que ponen de manifiesto la sordidez humana, la parte más oscura de las personas. Suelen aparecer personajes fracasados, con vidas duras y arrastradas, que intentan seguir con su vida casi sin ser conscientes del todo de la miseria que llevan consigo.

Me llama mucho la atención en este sentido, el relato Anestésico. De entrada nos presenta una descripción magnífica de un parque, el Parque Berrio, con las personas que configuran el paisaje del parque y, entre ellos, un vagabundo que ha resultado herido. El hombre parece desangrarse en el centro de un grupo de curiosos, y lo que hace es sacar un bote de pegamento del bolsillo, esnifar, y ponerse a reír. Cuando uno pierde consciencia de lo que hay alrededor, es cuando sonríe; cuando se aleja de la realidad, es cuando sonríe.

Esta visión, podríamos decir pesimista, de falta de esperanza, se extiende por muchos de los relatos y personajes que configuran el libro. En sentido amplio, desde la completa humanidad, hasta un sentido más concreto, su propia ciudad, Medellín, que casi nos sirve de escenario para los relatos del libro.

De hecho, cobran mucha importancia las personas en toda la obra: las personas y sus vidas son la columna vertebral del libro, a partir de las que se nos muestran diferentes situaciones y emociones. En este sentido, es bastante fácil empatizar con ellos, y eso hace que el libro llegue a conmovernos realmente en varios fragmentos.

Cada relato, cada poema, es una pequeña ventana desde donde podemos ver quizás la parte más oscura, más sórdida, más triste, de las personas y del mundo.

El egoísmo se nos aparece en Gafas de sol, la decepción en 25, la demagogia toma forma en el poema Puedes decir, la fragilidad humana se asoma en el relato Espejo.  El asumir que muchas veces no nos damos cuenta de las cosas que realmente podrían hacernos felices, esa felicidad pequeña que a veces buscamos y no sabemos ver, aunque la tengamos delante, es una pequeña lección que aprendemos en el relato Una chica lleva un pastel.

Pero no todo se queda ahí. En el libro, David encuentra la manera de mostrarnos que todavía hay amor, que todavía hay ternura, y que realmente, somos criaturas frágiles que necesitamos amar y ser amados, comprender y ser comprendidos y, por supuesto, no desfallecer en la lucha por la supervivencia, como podría ser el caso de Criaturas Apreciadas, poema que nos muestra la importancia cabal de superar los miedos, la incomprensión, el abandono, y ser capaz de reponerse y seguir luchando, con los recursos que nuestra propia persona nos proporciona.

Poemas de una ternura infinita como es el caso del poema Kira:

Kira descansa sobre mis muslos

y respira de manera casi imperceptible,

con el cabello negro disperso

como una copa de oscuridad volcada sobre el cielo.

Yo la contemplo desde mi palco.

Le susurro un te quiero

casi tan bajo como su respiración.

O la declaración de amor en el poema que ya hemos mencionado con anterioridad, Marcela.

El alma del autor se deja ver en varios de sus poemas y relatos. Hay fragmentos en los que su interior asoma de una manera clara, perlas de una intimidad e intensidad emocional que no dejan indiferente al lector. En este sentido, quiero destacar uno de los, poemas, El Desencanto, que podría ser de los más íntimos, de los más dolidos y desgarrados, donde el autor muestra su caída frente a los recuerdos, al son de las canciones de Nacho García. Y es que, como buen melómano que David es, no puede evitar que mostrar que las canciones a menudo sean puertas hacia uno mismo.

En definitiva, se trata de un libro tremendamente variopinto por lo que respecta a los personajes que protagonizan la mayoría de sus relatos, pero a su vez, hay una unión entre todos los textos, un hilo conductor que nos lleva desde el pesimismo por el mundo, por la humanidad y por su propia ciudad, Medellín, hasta un pequeño asomo de esperanza como sería Renacer; un texto donde una mujer con un pasado no muy afortunado, ha logrado ser feliz. La lección es importantísima: el pasado no tiene que marcar el presente y mucho menos el futuro. Estamos todavía a tiempo de hacer un pequeño cambio. Quizás es que realmente existe un pequeño rayo de luz que pueda colarse entre las grietas de la vida.

Un conjunto de relatos y poemas, editado por Fredy Chaverra y Raúl García (2018, con una segunda edición de 2019)). Escrito en un lenguaje coloquial y cercano, nos lleva a sentir, a abrir los ojos, a darnos cuenta, a despertar, a creer, a pesar del áurea de pesimismo que en cierto modo rodea sus textos. Un libro recomendable para, a través de la desesperación, darnos cuenta que quizás no hay que desesperar todavía…

David Jiménez (Medellín, 1993) es guionista de la Escuela de Cine Gonzalo Mejía, de Colombia. A su vez, es comunicador en Macondito, una organización para ayudar a los niños campesino hijos de excombatientes. Pánico a las esferas invisibles es su primer libro, pero me consta que ya está trabajando en un segundo que bien pronto verá la luz.