Después de leer y releer el el poemario de Miguel, una se da cuenta que está ante una descripció abrumadora de la vida, escrito desde lo más hondo del ser. Partimos de un cero, de una nada, vivimos, batallamos, sufrimos, y volvemos a esa nada.


El poemario nos describe el pasar de la vida en su lado más oscuro; la falta de logros, la resignación, el dolor, la oscuridad, son las pautas que rigen ese camino. El tiempo nos mata, la lucha constante acaba incluso con los recuerdos, con los sueños… incluso rompe los versos, que podrían ser, quizás, la única tabla de salvación en este larguísimo naufragio.

Quiero vestir mis ojos

con la luz de unos versos

que azoten el rayo.

Fragmento de Poema IV.

Se entrevé cierto ardor de libertad, de claridad. De hecho, el poemario nos llega lleno de palabras que denotan ese oscuro camino que es la vida. Intentamos sobrevivir en un entorno hostil, donde las luces apenas iluminan, las palabras apenas dicen, el miedo reina, y las heridas están repartidas por doquier.

Forma parte de esta lucha diaria el estar sometido, el haber venido a un mundo donde casi se tiene que pedir permiso para vivir, donde nos ceden una parcelita para habitar, a cambio siempre de un precio.

Vagan por los andenes

perdidos en el vértigo

de la prisa, ahogados

por el grito salvaje

de estas ciudades. Títeres

movidos por los hilos

del poder de las élites

de estos nuevos imperios.

Poema XXXII

Se ve en este poema la crítica feroz a unas élites, a un sistema que nos marca la vida y no nos deja opción.

Es interesante la aparición de CERO a lo largo del poemario, como un recordatorio de que, al final, todo es CERO. Y aparece así, en mayúsculas, recordando que nunca nos abandona, porque CERO es CERO, nada es nada, CERO quizás somos nosotros; una nada que intenta ser algo en medio de esta descarnada lucha que son los días, y aunque gritamos, caminamos, luchamos, arañamos… siempre está CERO alrededor para hacernos saber que a él volveremos. Ese intento de salir a flote sin lograrlo, ese miedo del que a veces regresamos menos vivos que muertos.

Que la vida nos mata poco a poco, que el tiempo es un arma sutil que nos transforma, nos hiere, nos elimina los sueños, es una idea que planea por todo el poemario: la vida rompe, hace que lo perdamos todo sin quizás haberlo tenido, y esa lucha por seguir adelante, inevitablemente, aja el cuerpo y muerde las ilusiones:

Si bien es cierto que hay ciertas palabras que marcan la espina dorsal del poemario, palabras como oscuridad, espejo, roto… querría destacar el miedo. El miedo tiene una presencia constante, y me transmite la idea de que el ser se encuentra indefenso ante lo desconocido, ante la vida y el vivir sin saber qué ocurrirá, a sabiendas de que ocurrirá y, probablemente no será bueno. El verso como un alarido desesperado que busca aportar la luz entre tantas sombras, la belleza entre tanta atrocidad, la compañía ante tanta soledad.

Es el agotamiento de vivir, cuando casi la vida apenas depende de nosotros.

Sólo nombrar al viento

nos libera y nos da alas.

Esa necesidad de libertad, de la que hemos hablado al principio, reaparece en algunos versos, sutil, casi efímera, pero presente como contraste al agotamiento de vivir.

Es un poemario que, en cierto modo, se me antoja como algo que se abre y se cierra, y en el camino, esta batalla infinita, e invencible, que es el pasar de los días, la propia vida, entre gritos y oscuridades.

Es un poemario abrumador que atrapa y se clava. Describe el dolor, ya no de uno, sino de cualquier persona, de una manera magistral, con un vocabulario muy bien escogido, que se repite a lo largo del poema, dando todavía más énfasis al dolor y la lucha de la vida. Me ha parecido un poema muy maduro, muy afilado y muy doloroso, del cual recomiendo la lectura pausada, poco a poco, para darnos cuenta, para quizás espolearnos a abrir los ojos y ser capaces de tomar las riendas de la vida y hacerla un poco más amable. Aunque parezca prácticamente imposible.

Miguel Fernández RIvero (Morón de la Frontera, 1958), comenzó a escribir poesía desde muy joven, adquiriendo una madurez importante en su poética a lo largo de los años. Tiene diversos libros publicados, el primero en el año 186 (Imágenes de un espejo), hasta llegar a 2022, donde Opera Prima nos ha concedido el regalo de disfrutar de este su último libro, CERO.