Javier Gil debe ser de las personas que no espera que la suerte le vaya a buscar a casa, en cuanto pasa cerca le echa el lazo y se la arrima. Así fue con esta entrevista. Aquí la tenéis. No os defraudará.

El poeta Javier Gil es un apasionado de la escritura al que le gusta contar historias, perfilar personajes con sus contradicciones pero también, en ocasiones ser directo y ahí es donde llega el verso.

¿Podría usted contarnos un poco de su vida y actividad literaria?

Mi nombre es Javier Gil, barcelonés de nacimiento y republicano de corazón. Nací el mismo año que Franco murió. Soy profesor de primaria y autor de las novelas Aunque sea un rato, Esta ausencia a la que te pareces y el poemario (Siempre) Serás casa en mis bolsillos. Colaboro en la sección de cultura del diario El Cotidiano, escribiendo reseñas de libros, crónicas de conciertos y obras teatrales.
Desde hace cuatro años, presento por salas y teatros dos proyectos paralelos músico poéticos junto a Pemi Rovirosa e Irene Sansalvadó y otro con el músico Sergio Marín llamado Los tiempos no están cambiando

¿Cuáles fueron sus primeras lecturas poéticas y qué autores le influyeron?
Mi adolescencia la pasé en Sevilla. En el instituto teníamos un profesor de Literatura que nos dio a conocer a Machado y Gil de Biedma. Me fascinó ese mundo, esa manera de expresar los sentimientos. Por otro lado, recuerdo utilizar poemas de Luis García Montero y Rafael Alberti para conquistar a las chicas de clase diciendo que eran míos. La mentira de vez en cuando es necesaria si la causa es buena.

¿Cómo definiría a su poesía?

Intento no estructurarla mucho. No creo en los versos metódicos y ceñidos a un patrón. Eso sí, el poeta ha de jugar con las palabras. Añadir los vocablos exactos en el renglón exacto. En definitiva, el poema es un encuentro entre el lector y su lectura.
Mi poesía gira en torno al que yo creo es el sentimiento universal: el amor. Alrededor de él, se construye la humanidad y las relaciones entre las personas. En ocasiones, cura y en otras te asesina.

¿Cree que el poeta “evoluciona” en su escritura? ¿Cómo ha cambiado su lenguaje poético a lo largo de los años? 

Lo que es cierto es que revisando los textos de hace años, el léxico y las ideas no son las mismas que ahora. Cuando te enfrentas al folio o a la pantalla del ordenador has de escribir de las cosas que pasan a tu alrededor, has de hacerlo tuyo. A mi entender, el poeta ha de crecer con la edad que tiene. Yo no puedo ni debo hablar de mozas con coletas sino que intento narrar historias de amor adulto. Más adelante, tengo pensado crear un poemario de temas sociales.

¿Cómo siente que un poema está terminado y cómo lo corrige?

Un poema nunca acaba, es infinito. Cada día intento observar cuando paseo, cuando voy al médico, en mi trabajo. El oficio de poeta es observar y escuchar y al llegar a casa envolver eso como un regalo y adornarlo. Según el poema, corrijo poco. Soy un ser inmediato. No concibo la vida ni la escritura de otro modo. ¿Por qué corregir la tormenta?

GIGANTE

Mi gigante. Lo imprevisible eres tú. Lo imposible no lo esperaba.
Quemaste esta ciudad y mi habitación.
Te hallé en la lucha inevitable de mis letras, de mis fantasmas.
Fuiste durante horas esa parte del día y la herida de mi botiquín particular.
Un día como hoy regresaremos a este aeropuerto,
dentro de un tiempo ganaremos el combate de vernos, de recordarnos.
Me llamarás, te llamaré, cuídate, cómo estás, nene y aquí te mentiré.
Me callaré. Tragaré saliva y contestaré que los planes siguen en pie.


Y continuaré engañándote. No te contaré mi hambre de encontrarte,
la rabia del perdedor, la ternura de tu maquillaje,
el poso de la taza que dejaste cada vez que amaneciste conmigo,
mi temor a ser más valiente o que, quizá, tus besos cuelgan de aquellas fotos
que nos hicimos en el salón.
Mientras espero tu vuelta,
ordenaré los champús del cuarto de baño, del más grande al más pequeño,
pondré solución a mis ojeras, sobreviviré al sarcasmo del capitán Haddock
y recitaré para otras sabiendo que en sus alientos estás tú.


La lucha armada, lo inasequible, lo que mayor quiero ser,
el cogerte de la mano, el anillo que olvidaste en algún rincón,
la metralla de cada metro cuadrado, el suspiro al otro lado del teléfono,
el huracán coherente, pasión que nadie entiende,
mis ganas de matar, las canciones que cantamos,
tu cintura en forma de soneto, el próximo poema que pierda…


Es imposible vivir sin creer en ello, sin el presente que me ofreces.
Imposible vivir sin creer en ti,
imposible no apostar por este gigante.

¿Cuál es el fin que le gustaría lograr con su poética?

Lo que no quiero que me pase es como a muchos escritores: que reconozcan mi obra una vez muerto. Me parece injusto y denigrante. El objetivo de mis libros y recitales es sencillo: remover conciencias, contar historias y que el lector o el público se emocione, bastantes cosas tenemos en el día a día que nos hielan el corazón. La vida es una y hay que sentirla a borbotones.

¿Qué lugar ocupa, para un poeta como usted, las lecturas en vivo?

Mi compañera me dice siempre que yo escribo para recitar en público y creo que no le falta razón. Mi sueño frustrado es ser cantante de una banda de rock and roll, quizá la monté junto a Pemi Rovirosa e Irene Sansalvadó y Sergio Marín con los dos proyectos poéticos. Encima de los escenarios soy yo, fuera de ellos soy un personaje. Las lecturas en vivo son necesarias aunque peligrosas: te expones demasiado. Es una manera de llegar a un público que no es lector de poesía. Personalmente, es un orgasmo cada vez que leo e interpreto un poema.

¿Qué opina de las nuevas formas de difusión de la palabra, ya sea en páginas de Internet, foros literarios cibernéticos, revistas virtuales, blogs, etc.?

Hay medios de comunicación y medios de comunicación. En algunos se palpa el amor hacia la cultura, hacia la palabra. En otros, se huele la moda, el dinero y los mercenarios de la escritura. Está claro, que en la época que vivimos el mundo digital ha arrasado y uno ha de saber convivir con ellos. Es el medio más importante para promocionar tu obra aunque echo de menos las cartas, los carteles en las paredes de las ciudades…

¿Podría recomendarnos un poema de otro autor/a que le haya gustado mucho? 

Hay tantos… Me quedo con dos: “No volveré a ser joven” de Jaime Gil de
Biedma y “Aunque tú no lo sepas” de Luis García Montero. Creo que deberían ser obligatorios en nuestro sistema educativo.

¿Qué libro está leyendo en la actualidad?

Álex de Pierre Lemaitre y La familia del Prado de Juan Eslava Galán. Me
parecen una delicia.

¿Qué consejos le daría a un/a joven escritor/escritora que se inicia en este camino de la poesía?

Escribe, escribe, escribe y sé valiente sin avergonzarse. Observa mucho y sé
libre.

¿Cómo ve usted actualmente la industria editorial?

En el día de Sant Jordi ¿qué libros son los más vendidos? En las librerías,
¿qué espacio se le ofrece a los poetas? La respuesta es clara ¿no? Intento ser crítico y realista con los tiempos que corren. El capitalismo no quiere un pueblo formado ni leído; eso asusta y la poesía tiene el efecto contraria: abrirnos los ojos.

Por otro lado, grandes editoriales están publicando poesía de personas que vienen de la música, no por creer en ellos, ni por su calidad sino porque en las redes sociales les sigue mucha gente y son una fuente de dinero. Ya veremos qué pasa con todo ello, pasado el tiempo… ¿papel mojado?

¿Cuál es la pregunta que le gustaría que le hubiera hecho y no se la he hecho?

¿Por qué la poesía es un arma cargada de futuro?

Siempre necesitamos oír la voz del poeta antes de despedirnos, por eso hoy vamos a ver y a oír a Javier Gil leyendo en el poema que os copio a continuación:

EL TABACO PERJUDICA SERIAMENTE TU PRESENCIA

Me acabas de decir un ahora vengo.
Haría falta una lluvia violenta para detenerte,
casi nunca te gustó ir a comprar tabaco sola.
Debería nevar sobre ti
que vas sin jersey, sin el manto de mis manos.
Desplomarse los semáforos aún tintados
de las manifestaciones de ayer,
los comerciantes, las niñas que sonríen a tu paso,
aquellas mariposas y ese frío que detestas,
eso haría falta.

Afrodita, por momentos, se vuelve ridícula después de irte
y aprovecho para hacer la colada. 
Deseando saber la respuesta
cuando te pregunte: ¿Ya estás aquí?
Mientras ordeno los cojines del sofá,
las zapatillas errantes que circulan por el salón,
celebraré conocerte y no pretender escaparme.

Me asomo al balcón buscando tu complicidad,
aquella que extraño en las tardes de colegio.
No quiero imaginar que lo nuestro fue una quimera,
ni un amor de verano a golpes de caricias,
para luego ser la canción del olvido.
El teléfono hace presencia en esta soledad breve.
¿Queda pan para los desayunos? 
Compra también todos los contigo, los presente
y una pizca de todavía. ¿Vienes ya? Sonríes.
El perfume de tu pijama perdura,
adolescencia empañada en mi escritorio,
la vecina del quinto discute con otra mujer,
los libros viejos que decoran la mesita de noche
y el pupitre de tu mirada
se dejan convencer durante esta ausencia
de que lo coherente es imaginar
los te quiero que nos decimos.

Los minutos van pasando, finalmente llegas.
¿Todo bien por aquí? 
Compartimos manta y cubro tu cuerpo con ella.
Hubiera hecho falta un ejército de besos
para no decirte la verdad.
Y es que el tiempo, a veces, debería detenerse
y proponernos dejar de fumar.

Antes de marcharnos, podéis echar un vistazo al blog de Javier Gil y ver qué escribe y publica por ahí.

Y a vosotros, lectores, esperamos que hayáis disfrutado la entrevista y gracias por haber llegado hasta aquí.