Adentrarse en la poesía de Isaac Freire es entrar en un universo de sentimientos que llega para abrazarnos el alma y no soltarla. Algo tan noble como es el amor asoma en sus versos de manera recurrente pero con tantos matices, con tantos colores, con tantas formas y emociones diferentes, que cada vez que se lee un poema, se estrena un amor nuevo.

Ese sentimiento plasmado en sus versos es un amor fuerte y delicado, capaz de desordenar el más puro caos para convertirlo en armonía, e incluso tiene la fuerza de levantar el corazón y curar heridas:

Tú vuelas y desordenas todo completamente, levantas la tierra y las heridas de mi piel, levantas mi corazón.

Es un amor que se centra especialmente en los pequeños detalles y, justamente esos pequeños detalles, hacen de la poesía de Isaac algo grande; pequeños instantes, pequeñas cosas que podrían pasar por alto pero, sin embargo, él logra captarlos, convertirlos en el centro, sacar toda su parte más emocional y hacerlos eternos, convirtiéndolos en un sentimiento que se expande  por dentro a medida que uno va leyendo.  A su vez, logra crear la imagen con pocas palabras que abre la imaginación, de manera que el lector puede incluso casi visualizarla a la par que sentirla.

Puede ser un pequeño momento:

¡Que instante maravilloso el de tu piel sobre la cama!

La magia de un pequeño lunar:

Tu lunar 
siempre va a ser el motivo 
por el que yo libre varias batallas y,
aunque pierda, 
continuaré ahí, 
entre mil mareas y hojas rotas (…)

O simplemente quedarse y centrarse en unas manos para mostrar un sentimiento inmenso que queda perfectamente plasmado en los dos últimos versos del poema Tus manos, donde el poeta es capaz de sintetizar todo el amor que siente:

Tus manos

Tenía las manos trasnochadas
de sol y
de cristal
eran en mi amanecer
y en el suyo.

Tenía en sus manos la perfección
que jamás había visto

Y no eran ni blancas
Ni rosadas
Ni delicadas

Eran simplemente suyas
  Por eso me gustaban, por eso me gustan.

Y donde hay amor ha de haber pasión, que dicen. Y la poesía de Isaac no escapa al embrujo de la piel, eso sí, con elegancia, cuidado y sutileza, tal como el tema requiere, si no se quiere caer en la trampa de la poesía erótica e incluso soez. Lean, por ejemplo el poema Sobre esa noche, donde describe un instante (¿real o soñado? decidan ustedes…) de intensa pasión:

Sobre esa noche

Cuerpo desnudo, lleno de búfalos 
de mis manos las bestias
duermes, duermes. Instante.

Se abren despacio las puertas del pecado
me arrodillo ante tus ojos
absorbo ese pedazo de carne de tus labios.

Muertos, dormidos.

Mi boca besa firma la tuya, la convierte en propiedad
con ganas y a mil kilómetros me dejo caer en tu pantalón
extasiado y sin límites, absorbo un beso amargo.

Lleno mi espacio con tu sexo
admiro primero las líneas de tu espalda
mi respiración se agita y duerme contigo
aún en los más locos sueños, el loco se despierta.

Pero si se habla de amor, ¿cómo no hablar de ausencia? Cómo olvidar ese dolor casi tangible que nos produce la ausencia del ser amado. Pero de nuevo nos encontramos con esa sutileza tan propia en los versos de Isaac, y con la importancia de los pequeños detalles: nos muestra lo que se irá y lo que vendrá sólo nombrando pequeños hechos quizás casi rutinarios, pero que explican perfectamente algo grande: el fin de un amor, el inicio de una soledad, la llegada de un frío que se hará interminable:

Que me quede tu invierno

Cosas que desaparecerán:

Las mañanas de este mayo interminable
Las tardes de noviembre que aún no acaba de nacer
Las noches finísimas forradas de surcos en el espacio
Las madrugadas dulcísimas de conversaciones interminables

Cosas que se me hacen difíciles:

No sabré (de nuevo) el sabor de tu boca y cintura dormida
No despertaré en tu cama, ni alborotaré tus lunares
No encontraré alguna indecisión en tu mirada
No amanecerá tu sexo debajo de esas cobijas.

Tengo toda una vida llena de noches de invierno
Tengo toda una vida llena de tus miradas.

O plasmar ese dolor incomprensible para su propio corazón, ahogándolo en la escritura algo que podría haber sido, pero no será, y debe quedar sólo en los versos:

Volar conmigo

No sabía cómo escribir
ni pintar en esas hojas blancas.

Tenía que:
suspirar
morir
sobrevivir
o matar;
hundir a versos lo que estaba empezando
entender que:

Si quieres volar
ahora ya no es conmigo.

Tengo mi corazón que bombea ramificaciones extrañas de dolor

Algo que puede llamar la atención es la estructura de sus poemas; Isaac no se ciñe a una métrica prefijada, escribe en verso libre, y suele jugar mucho con la extensión de los versos, intercalando versos largos con versos breves. Esto dota a sus poemas de un ritmo a veces lento y suave, a veces acelerado, como si las palabras se leyeran en cascada, para volver luego a nuevo a un ritmo más relajado:

Honores callejeros

Porque esas cenizas de lo que fuimos fuego
Son reclutadas de nuestros amores muertos.

Porque estaba lloviendo sudor por entre nuestras manos

Éramos sangre, 
piel,
luz, 
barco, 
velas y 
mar.

Porque esta noche he escrito para ti 
Lo que siempre he escrito para mí.

Creo que esta forma de escribir otorga a su poesía de un estilo personal y propio y le da un ritmo a sus versos que intensifican el significado de los poemas y las emociones que nos transmite.

Hay tanta magia y tanto sentimiento en la poesía de Isaac Freire (@poesia_al_alba), que no sé si he sido capaz de recoger toda su esencia en este breve artículo. Espero que una vez leído, os podáis hacer una idea de la magnitud emocional de sus versos. Y si no, siempre podéis dar un paseo por su rinconcito en Poémameh o por su blog, cosa, por otro lado,totalmente recomendada.

Dicho esto, les dejo una pequeña selección de sus poemas. Que los disfruten.


Jaula de papel

Pero por supuesto que moriría por ti, ¿acaso está sería la primera vez?
Si ya he muerto en mi infancia y en mis 22
Que me espera de aquí al infinito…
La nada y tus pupilas.

Y te volví a preguntar, ¿en ti hay vida suficiente para guardar rezagos de la mía?
La seda que envolvía tus manos se agitó y despertó de repente
Volaron más allá de mis límites y se llevaron mis rezagos con ellas
Entonces;
no tengo rezagos, 
ni tú,
la vida.

Y si respiras todo mi cuerpo, ¿que aliento me mantendrá vivo?
El aliento, el aire, nunca nos mantendrán vivos 
Serán tus palpitaciones, y jadeos en noches de lucecitas ebrias
Las que decidirán si tú, yo, el todo o el olvido.

Saber abandonarse

Golpe a golpe
el sonido comienza a moverse


Tengo miedo de perder el amanecer
y que vuelvas 
y que no esté.

Tengo miedo de llevar mi ausencia acuestas
de que me leas
y que no esté

Tengo miedo de no ser,
a pesar de que tú seas
y que no esté.

Porque



Yo estaría aun así;
aún sin más y con todo

Aún a pesar de no ser en ti,
ni que me llames,
ni que seas, 
y no estando tú, sin ser yo.

Con todo lo que puedo,
con lo que me falta,
con lo que sueño.

Y con lo que no estás.

Así soy.
Así eres y,
así,
te espero.

Eternos desvaríos

Nunca una mirada había hecho tanto por mí.
Y es que usted no sabe el poder de esas pupilas.

Todo florece, todo cambia
Todo es inmarcesible 

Nada puede marchitarse, nada puede salir mal.
Nada revolotea tanto como mi cintura al observar de tu boca, instantes.

Usted ha hecho que se juegue una dura batalla entre lo que merece ser y lo que el corazón dictamine
del invierno mis sentimientos y, al contacto de su piel, de su boca, de su mirada tan sólo: 
florecen, se vuelven sensibles y…

¡Eternos desvaríos de una soledad angustiada!

Y acabé buscándome entre tus sábanas

Y ¿hay algo más roto que yo en esta noche? 
Pues sí. 
La noche en si misma está rota. 
Por ello tantas estrellas entre los surcos y,
tantas distancias entre sus contornos.

Quizá hoy

Mi poesía.

Eres tu despedazado en letras.
Eres el sonido del viento
y el agua de las violetas

Eres el arado de la tierra y
el vino de las piedras.

Sus piernas, valles del placer de la carne.
Cabía todo el oro en su mirada.
Miles de caminos y cruzadas

Al final, el verso eres tú

Soy joven, muy joven, es un buen comienzo para morir.

En carne vuelvo

Y de tantos mares, hojas y noches
A ti vuelvo en barcos, raíces y estrellas

Y de tantas canciones, poemas y paisajes
A ti vuelvo en acordes, instintos y memorias

Y de tantas manos, cinturas, y camas
A ti vuelvo en tejidos, sexos e historias

Y de tantas acertijos, miradas y obsesiones
A ti vuelvo en respuestas, pupilas y recetas.

Y de tantos nombres, lugares y lunares
A ti vuelvo en gentilicios, espacios y explicaciones.

Y de tantas personas, caminos y letras
A ti vuelvo en carne, polvo y tinta.